Siempre me ha gustado la gente que se cae de boca. La que se tira al suelo. La que se raspa. La que se deja las rodillas contra el asfalto.
Los que no tienen miedo.Los que construyen sus propias escaleras a las estrellas.Todo por unas alas.
Y esa gente, la que vive en el suelo, se arrastra por él sin una queja. Al contrario.
Ellos sonríen con cada arañazo. Bendito dolor, el que nos acerca al paraíso.
Siempre me gustó la gente que se enfada, la que se queja, la que grita.
Porque eso significa que están vivos, que se mueren (y que se mueven).
Me gusta la gente que se cae, por que se levantan y vuelven a la gravilla.
Porque aprenden. Por que se dejan la piel en cada cosa que hacen.
Ya sea en un beso o en una rampa.
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