El silencio de la hache.


 Un viernes en una discoteca aprendí que alguien puede tocártelo todo y no hacerte sentir nada, pero que lo más increíble de este mundo es que alguien te haga sentir de todo sin ponerte una mano encima, sin avisar.  Y que aunque los ríos no suenen, el agua puede ser subterránea. Aprendí que lo importante se oculta a los ojos y los oídos , y solo es asumido cuando el tacto no puede soportar la espera y se atreve a contradecir al órgano pensante que lo dirige.Y que es aquello que nos callamos lo que más nos representa por lo que somos. Y que cuantas más ganas tengas de gritarlo,mejor. Un viernes en una discoteca comprendí que prefería pelearme contigo a bailar con cualquier otro. Aunque tú ni siquiera te lo imagines.A lo mejor las haches no son mudas. A lo mejor solo tienen miedo a decir lo que sienten. A lo mejor el amor no es ciego, simplemente se tapa los ojos.
Puede que todo lo que nos enseñan desde pequeños sea una mentira, y que aunque no veamos la luz nunca, el cielo esté en alguna región de este planeta. Y que el infierno sea estar lejos de algo, o de alguien. 
A lo mejor tenemos miedo. Y por eso no besamos a quien amamos o no amamos a quienes damos besos. 
Sin embargo, tarde o temprano lo que estaba estaba escondido nos da una patada en la boca y nos hace reaccionar. Y entonces coges el teléfono, haces esa llamada y te das cuenta de que no era tan difícil. Y entonces vas y lo sueltas,y te enteras de que no era tan complicado. Y solo entonces es cuando vives. Sin miedo. Porque el miedo te paraliza, y en esta autopista no hay señales de stop.

Mis patines y yo.



Siempre me ha gustado la gente que se cae de boca. La que se tira al suelo. La que se raspa. La que se deja las rodillas contra el asfalto.
Los que no tienen miedo.Los que construyen sus propias escaleras a las estrellas.Todo por unas alas.
Y esa gente, la que vive en el suelo, se arrastra por él sin una queja. Al contrario.
Ellos sonríen con cada arañazo. Bendito dolor, el que nos acerca al paraíso.
Siempre me gustó la gente que se enfada, la que se queja, la que grita.
Porque eso significa que están vivos, que se mueren (y que se mueven).
Me gusta la gente que se cae, por que se levantan y vuelven a la gravilla.
Porque aprenden. Por que se dejan la piel en cada cosa que hacen.
Ya sea en un beso o en una rampa.

Más contenta que unas castañas

¡Kurt ha vuelto a cantarme al amanecer!

(Y no, no me refiero a que el cantante de Nirvana haya salido de su tumba cual zombie para despertarme esta mañana, que oye, hubiera estado genial... 
Me refiero a que mi canario, que lleva su nombre, llevaba una serie de semanas bastante triste y ojeroso, hasta el punto en que no articulaba canto alguno.

Y hoy, según he puesto un pie en el salón ha empezado a piarme timidamente.
¡Por fin alguien me da los buenos días como me merezco en esta casa! 
Os dejo, me voy a celebrarlo cantándole su canción favorita, a ver si sacamos disco ya.)